Comunidad Swinger discriminada

La comunidad “swinger” argentina se siente discriminada. EFE.-Buenos Aires.-

la razon es que la comunidad siente injusto pues se le  ha negado personalidad jurídica a una asociación que representa no a “bichos raros”, sino a miles de parejas que juegan al intercambio como opción sexual.

“No somos raros. Somos muchos, pero todavía no tenemos un ‘lobby’ político como los ‘gays'”, señaló a EFE Daniel Bracamonte, presidente de la Asociación de Swingers de Argentina.

Bracamonte indicó que, según los registros de la asociación y las cifras que maneja la revista mensual “Entre nosotros”, especializada en temática “swinger”, hay unas 60.000 parejas que intercambian sus parejas sexuales en Argentina.

Influido por el ambiente electoral que reina en Argentina, donde el 18 de mayo se elige nuevo presidente, Bracamonte se lamentó de que los políticos no se hayan dado cuenta de que los “swingers” también votan, como lo hacen homosexuales y nudistas, que sí cuentan con asociaciones reconocidas legalmente.

La Asociación -agregó- agotará todas las instancias judiciales para conseguir “institucionalidad”.

El fallo de un tribunal civil de la capital argentina no sólo ha molestado a la Asociación por “discriminatorio” sino porque los jueces argumentaron que los “swingers” promueven la infidelidad.

“¿Cómo vamos a ser infieles si somos parejas adultas que hacen intercambio de mutuo acuerdo?”, se preguntó Bracamonte, para a continuación resaltar que los “swingers” “blanquean” fantasías que tienen la mayoría de las parejas y no se atreven a realizar.

La Asociación es “ortodoxa”, es decir que sólo admite miembros a pares. “Una pareja y otra persona, hombre y mujer, es un ‘menage a trois'”, señaló Bracamonte.

Todas las parejas miembros son heterosexuales, pero no es porque no sean admitidas las homosexuales, sino porque los “gays” no se han interesado hasta ahora por pertenecer a la asociación, precisó.

La revista “Entre nosotros”, creada hace siete años, vende 10.000 ejemplares y la página web de la asociación recibe más de 3.000 visitas diarias, lo que Bracamonte admite que se debe en gran parte a la “curiosidad” que despiertan los que gustan variar de compañeros de cama.

El perfil de la comunidad “swinger” argentina ha cambiado mucho en diez años. Antes, la inmensa mayoría de los aficionados al intercambio estaba entre los 35 y 40 años y pertenecía a un estrato social medio-alto, dice Bracamonte.

Hoy la franja de edad va desde 25 a 60 años y hay “swingers” de todas las clases sociales. Sólo en la capital argentina hay cuatro clubes dedicados al “swinging”.

El fallo de la Cámara Civil que negó personalidad jurídica a la comunidad “swingers” los tachó de infieles e inmorales y establece que esa opción sexual viola varios artículos del Código Civil.

Los jueces Jorge Escutti Pizarro, Hugo Molteni y Ana María Luaces consideran que mantener relaciones sexuales cruzadas entre parejas es “una transgresión de los principios básicos de la institución del matrimonio que conforma el orden público familiar”.

No es la primera vez que desde los poderes públicos se niega a la organización que aglutina a los “swingers” argentinos la legalidad.

La Inspección General de Justicia rechazó que el Estado reconozca a la asociación con el argumento de que el objetivo declarado en sus estatutos no tiende al “bien común”.

La razón de ser de la Asociación es “la promoción del estilo de vida swinger, entendiendo ésta como una propuesta alternativa en materia sexual y cultural en la estructura matrimonial y de parejas”.

Los jueces de la Cámara Civil consideraron que por más que un miembro de la pareja admita que el otro tenga sexo con un tercero, aún en su presencia, es una infidelidad, y alegaron también que no puede ser lícito algo que atenta a las “buenas costumbres”.

Para Bracamonte, todo ello es fruto de que las leyes no se han adecuado a la nueva realidad y no respetan la libertad sexual.

Según la abogada Gabriela Ferrari, representante de la Asociación, la actividad swinger es “una elección privada” protegida por la Constitución y a la que no se pueden poner límites desde el Estado.

“Ellos tienen derecho a creer que los ayuda a perfeccionarse como personas, como otros se inclinan por las estampillas, el avistaje de pájaros o el fútbol”, afirmó la abogada en declaraciones a un medio.

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